30 sept 2010

San Jerónimo - São Jerônimo

San Jerónimo, fue un padre de la Iglesia que puso en el centro de su vida la Biblia: la tradujo al latín, la comentó en sus obras, y sobre todo se comprometió a vivirla concretamente, a pesar de su conocido carácter difícil y fogoso.

Jerónimo nació en Estridón (ciudad desaparecida en la provincia romana de Dalmacia, tal vez, actual Croacia o Eslovenia) en torno al año 347 de una familia cristiana, que le dio una fina formación, enviándolo a Roma para que perfeccionara sus estudios.

Siendo joven sintió el atractivo de la vida mundana pero tras recibir el bautismo, hacia el año 366, se orientó hacia la vida ascética y, al ir a vivir a Aquileya, se integró en un grupo de cristianos fervorosos, definido por él como una especie de «coro de bienaventurados» reunido alrededor del obispo Valeriano.

Se fue después a Oriente y vivió como eremita en el desierto de Calcide, en el sur de Alepo, dedicándose seriamente al estudio. Perfeccionó el griego, comenzó a estudiar hebreo, trascribió códigos y obras patrísticas.

En el año 382 se fue a vivir a Roma, en donde el Papa Dámaso, conociendo su fama de asceta y su competencia como estudioso, lo tomó como secretario y consejero y lo alentó a emprender una nueva traducción latina de los textos bíblicos por motivos pastorales y culturales.

Después de la muerte del Papa, y se dice, por intrigas de la corte papal, Jerónimo dejó Roma en el año 385 y emprendió una peregrinación a Tierra Santa, y después a Egipto, tierra elegida por muchos monjes.
En el año 386 se detuvo en Belén, en donde vivió hasta su muerte, continuando una intensa actividad: comentó la Palabra de Dios; defendió la fe, oponiéndose con vigor a las herejías; exhortó a los monjes a la perfección; enseñó cultura clásica y cristiana a jóvenes; acogió con espíritu pastoral a los peregrinos que visitaban Tierra Santa.
Falleció en su celda, junto a la gruta de la Natividad, el 30 de septiembre de 419/420.

La formación literaria y su amplia erudición permitieron a Jerónimo revisar y traducir muchos textos bíblicos: un precioso trabajo para la Iglesia latina y para la cultura occidental. Basándose en los textos originales en griego y en hebreo, comparándolos con las versiones precedentes, revisó los cuatro evangelios en latín, luego los Salmos y buena parte del Antiguo Testamento.

Teniendo en cuenta el original hebreo y el griego de los Setenta, la clásica versión griega del Antiguo Testamento que se remonta a tiempos precedentes al cristianismo, y de las precedentes versiones latinas, Jerónimo, ayudado después por otros colaboradores, pudo ofrecer una traducción mejor: constituye la así llamada ‘Vulgata’, el texto ‘oficial’ de la Iglesia latina, que fue reconocido como tal en el Concilio de Trento y que, después de la reciente revisión, sigue siendo el texto ‘oficial’ de la Iglesia en latín.

Es interesante comprobar los criterios a los que se atuvo en su obra de traductor. Los revela él mismo cuando afirma que respeta incluso el orden de las palabras de las Sagradas Escrituras, pues en ellas, dice, «incluso el orden de las palabras es un misterio».

Confirma, además, la necesidad de recurrir a los textos originales: “En caso de que surgiera una discusión entre los latinos sobre el Nuevo Testamento a causa de las lecciones discordantes de los manuscritos, recurramos al original, es decir, al texto griego en el que se escribió el Nuevo Pacto. Lo mismo sucede con el Antiguo Testamento, si hay divergencia entre los textos griegos y latinos, recurramos al texto original, el hebreo; de este modo, todo lo que surge del manantial lo podemos encontrar en los riachuelos” .

Se celebra su vida y como patrono de los Traductores, a pesar de su temperamento intransigente y su palabra afilada, el mismo día de su muerte, el 30 de setiembre de 420.

Esperemos que la paciencia nos acompañe, al lado de los buenos trabajos y las mejores pagas!

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